Pequeños grandes maestros

En las edades tempranas todos recordamos quiénes somos, de dónde venimos y qué venimos a aportar; es con el paso del tiempo y la influencia del entorno que vamos olvidando lo esencial, para dar paso a un personaje en un lugar y tiempo determinados. Por eso el contacto con los niños y niñas más pequeños despierta tanta ternura: nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos.

Sus explicaciones y visión de la vida son mucho más puras y amorosas que las de cualquier adulto que ha estado expuesto a situaciones de dolor, pérdida, esfuerzo, preocupación… En la primera infancia, generalmente, todavía vivimos preservados de los juicios y las experiencias ligadas al sufrimiento. A medida que crecemos, las situaciones de malestar nos ayudan a desarrollarnos y a posicionarnos, dándonos a nosotros mismos y al mundo una explicación de quiénes somos y cómo vivimos, al tiempo que, poco a poco, tendemos mayoritariamente a sentir menos y pensar más.

Antes de alejarnos del Conocimiento Sagrado que todos llevamos dentro, expresamos la Verdad del Corazón y del Ser de forma abierta y sin miedo. No es raro, pues, ni poco frecuente, escuchar en las conversaciones de los niños y niñas pequeños frases sabias sobre la vida y el amor, en las que el observador atento puede preguntarse si el niño o la niña es consciente de la profundidad de lo que acaba de decir o del valor de sus palabras, si son lo suficientemente maduros para hacer ciertas reflexiones o si todo forma parte de una especie de imaginario infantil cuyo origen no comprendemos del todo.

Lo cierto es que cuando un niño o niña aporta tanta sabiduría en palabras generalmente muy sencillas y explicaciones llanas, es su Ser completo quien se está expresando, por lo tanto, no importa ni la edad biológica ni la madurez mental de la persona que tenemos delante, sino que esa persona se encuentra en un estado de tanta pureza que su Ser puede expresarse libremente y sin condicionamientos. La presencia del niño, su capacidad de vivir en el aquí y el ahora, no genera ninguna distorsión o impedimento para la expresión del conocimiento, como lo haría la mente de una persona adulta —tan acostumbrada a recordar o planificar—, o las emociones de alguien que ha vivido muchas experiencias de dolor, soledad, miedo… y teñirían las palabras de experiencias previas, impidiendo sentir con claridad el mensaje y, por lo tanto, dificultando compartirlo con alguien más.

En función de la respuesta que recibamos del entorno y de las estrategias personales de cada uno, se aprenderá una forma propia de vivir aquello que uno mismo sabe y no puede ignorar. A veces esta estrategia será callar, otras ignorar ese saber profundo o relegar las percepciones a la imaginación. Sea cual sea la posición que se adopte, nos alejamos de la Verdad que Somos.

Uno de los propósitos de este artículo es animaros a poner en valor las joyas que nos aportan los niños y niñas, así como lanzar algunas ideas sobre cómo acompañarles, para permitirles seguir desarrollándose en armonía con lo que sienten y experimentan, en lugar de alejarse de quienes son para actuar como se espera que sean.

BASES DE LA MIRADA HACIA LA INFANCIA…

  • Respeto. Es la consideración del otro como igual, un sentimiento de reverencia por el simple hecho de Ser, ya que lo que somos es todo lo que tenemos. No importa la edad o las virtudes demostradas, la Belleza de cada uno y su Saber se encuentran puramente en su Existencia. Respetar a alguien es reconocernos en él o ella y relacionarnos desde el amor y la apertura. Con esta actitud permitimos al otro expresarse tal como es, ser plenamente soberano sobre sí mismo y su vivencia.ç

 

  • Confianza. Entendida como el reconocimiento de la Verdad del otro. Cuando confiamos en alguien le ofrecemos la oportunidad de compartir sus Saberes y sus Vivencias más Puras. Confiar no es siquiera validar, simplemente es abrirse a la realidad del otro. Para que exista una relación de confianza es necesaria la ausencia de juicio o control, hace falta situarse ante el otro con actitud de descubrimiento, vivir la información que nos comparte como una oportunidad para conocernos y experimentarnos, a nosotros y al entorno, desde un lugar diferente. Hay que entender que la Diferencia no está jerarquizada en mejor o peor, más rico o más pobre, sino que simplemente Es. La Diferencia es mirar un elemento desde otra perspectiva, es vivir la Vida desde lo que Somos.

ANTE LAS FRASES DE BELLEZA, AMOR, PERDÓN Y OTROS VALORES ELEVADOS…

  • Honrar. De la palabra “honor”, según el diccionario: “cualidad moral que lleva a alguien a no hacer nada que le pueda desmerecer en la estima de los demás o en la propia”. Es decir, honrar a alguien nos lleva a tratarlo con la máxima pureza y amor posibles. Ante mensajes elevados es importante abrirse a la Verdad que nos recuerdan y admitirla en nuestro interior, reconociendo primero el valor que tienen por sí mismos y su Origen Amoroso.
  • Sentir. Cada regalo de amor en forma de palabras que nos llega de los más pequeños acabará de ser descubierto si bajamos el mensaje al corazón, si abandonamos la mente que todo lo etiqueta (por ejemplo: “qué bonita frase ha dicho, cuánta inocencia…”) y nos abrimos a reconocer esas certezas en nosotras/os mismas/os. Es un acto de valentía, después de experiencias de dolor, abrir el corazón a los sentimientos más puros de Amor y Bondad, pues volvemos a correr el riesgo de sufrir, pero también nos llena de Nobleza y Felicidad experimentar estos estados elevados de Compasión y Alegría.
  • Agradecer. Si hemos podido reconocer —dentro y fuera de nosotros— la Verdad del Amor que ha llegado en forma de palabras, es justo agradecer este regalo que recibimos y que Somos. A menudo estas reflexiones y sentimientos nos liberan de cargas diarias innecesarias y aparentemente urgentes; cuanto más espacio nos demos para sentir el Amor que somos, más simple y ligera se volverá la vida cotidiana. El Amor, el Perdón y la Paz formarán parte de nuestro día a día con cada acto de generosidad y gratitud que pronunciemos, interna o externamente.

ANTE LO QUE UN NIÑO O UNA NIÑA DICE QUE VE Y NOSOTROS NO VEMOS, SIENTE Y NOSOTROS NO SENTIMOS…

  • Calma. Como adultos, es muy importante, en la medida de lo posible, mantener la calma ante situaciones nuevas tanto para nosotros como para los niños, para ayudarles a sostener lo que están viviendo. Para mantener la calma, no se trata de negar lo que sentimos ni decir cosas que no son ciertas (por ejemplo: “no pasa nada” cuando reconocemos que sí pasa algo y nos sentimos asustados o sobrepasados). Puede ayudarnos hacer tres respiraciones profundas e invitar a los niños a hacerlas con nosotros, poner música tranquila o abrazarnos. También conversar sobre lo que el niño o la niña está viviendo, aunque no lo veamos, demostrando —si es el caso— que para nosotros es nuevo, pero que por ser nuevo no significa necesariamente que sea malo o perturbador. La honestidad es clave para acompañar a personas con percepciones extrasensoriales, ya que su sensibilidad es tan elevada que el peso de las palabras no es suficiente para ocultar lo que realmente pensamos o sentimos los adultos ante lo que el niño está aportando.

 

  • Amor. Ante cualquier situación en la que no sepamos cómo responder, conectar con el Amor que sentimos por los hijos, hijas o los niños que estamos acompañando genera una dinámica energética de protección y seguridad, nos ayuda a elevar la vibración y a sostener lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y dentro de nosotros. El Amor es medicina.

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